miércoles, 8 de julio de 2015

Jhonny el Rojo

Acercaos a la hoguera niños, que os voy a contar una historia, la historia de Jhonny, Jhonny el rojo.

¿Que porqué era el rojo? Porque le gustaba el rojo, le apasionaba, pero escuchad, no hablo del color.
Cuentan que su padre era carnicero, que gracias a eso descubrió el rojo y le gustó, tanto que se cortaba su propio cuerpo solo para poder verlo, ver como caía, como goteaba.
Cuentan que cuando veía a su padre en acción se emocionaba y la gente creía que era porque adoraba a su padre, necios, si hubieran sabido la verdad a tiempo.
La única verdad es que las paredes de su casa acabaron pintadas de rojo, pero claro, quien iba a culpar a un pobre niño.
Cuentan que siguió los pasos de su padre, pero los animales, pobres, le acabaron cansando.
Siempre tenía la cara pintada de rojo, pero era carnicero, algo normal en su oficio pensaba la gente.
Cuentan que en otoño, en cierta ciudad del norte apareció un pintor.
Que pintaba las calles de rojo y de rojo también pintaba las casas.
Imaginaos niños, familias enteras unidas por un solo color, bañadas por un solo color.
La luna siempre era roja, pues cada noche ese color cubría la ciudad igual que las hojas cubrían los parques.
Cuentan que le acabaron llamando el carnicero, porque sus obras bueno, digamos que no estaban pintadas por un profesional, ¡Que maravillosa coincidencia! Pensareis.
Cuentan que el invierno que siguió al otoño fue el más rojo en toda la historia, que lo que la nieve se esforzaba en tapar, él se esforzaba en destapar, ambos batallaban con dureza y crueldad.
Cuentan que Jhonny estaba cada día más feliz, en su carnicería, CON su carnicería, que la gente sospechaba, que siempre salía de noche y nunca volvía o que de tanto en tanto se llevaba mujeres a su casa, todas pelirrojas, todas distintas y nunca nadie las veía salir. Pero él sonreía, siempre, SIEMPRE con su cara pintada de rojo.
Cuentan que trajo nueva carne a su carnicería, sabía diferente, pero a la gente le gustaba y bueno, si preguntaban siempre creían lo que Jhonny les contara, el BUENO de Jhonny. Eran otros tiempos.
Cuentan que debido a las repetidas sospechas un detective se acabó colando en su casa, pobre, acabó en el manicomio y lo único que pronunciaba era la palabra rojo.
Cuentan que el detective bajó al sótano, y estaba pintado de rojo, incluso había una bañera llena de ese color, que había mujeres en celdas y otras tantas colgaban del techo con un precioso vestido rojo, pero a la vez desnudas.
Era la cueva del carnicero, era la cueva roja y el detective lloró y sacó su revólver.
Cuentan que el detective esperó sentado en un sillón frente a la puerta de la casa durante toda la noche y cuando la puerta se abrió disparó y disparó hasta que su arma sin balas quedó.
Cuentan que Jhonny se revolcó en su propio rojo antes de morir, que murió sonriendo y prometiendo que volvería algún día y pintaría de nuevo las calles, las casas y al mundo de rojo.

Por eso niños, cuando los árboles comiencen a cambiar de hojas y el viento se torne frío, llevad cuidado cuando caiga la noche y esteis fuera de casa, porque puede que acabéis pintados de rojo.




El bárbaro y el escritor

Hugo había pasado su juventud inmerso en libros de aventuras, empapándose de cada línea y viviendo cada libro como si él fuera el protagonista de cada uno. Pasaron los años y decidió seguir sus sueños y convertirse en escritor, pues se sentía repleto de historias que contar y no quería que nadie se quedase sin saberlas. 
Sus relatos hablaban de un gran bárbaro, alto, corpulento y feroz, de sus gloriosas hazañas, de sus bellas conquistas y de sus aventuras por un mundo repleto de tesoros y combates.
Escribió y escribió pero sus letras no gustaron a nadie. Cuanto más escribía más rechazo encontraba y cuanto más rechazo encontraba mas aumentaba su repulsión por los libros, hasta que de repente, dejó de escribir.
Se deshizo de todos sus libros y se juró no volver a escribir una historia nunca más.
Pasaron los años y como cada noche, Hugo volvía a casa después del trabajo, pero esa noche su vida iba a cambiar para siempre. Entró, se puso cómodo y palideció al darse cuenta de que un hombre, un coloso de dos metros, sentado frente a su escritorio tenía la mirada clavada en él. En los segundos que el miedo lo mantuvo petrificado pudo darse cuenta de dos cosas, de la gran espada que cargaba aquel extraño, y de lo extrañamente familiar que le parecía.

- Acércate, tengo una historia que contar - Dijo el coloso

Asustado, Hugo cogió el teléfono y las llaves y corrió raudo hacía la puerta de su casa, pero sin que supiera como, el gigante había llegado antes que él y le impedía el paso.
Se abalanzó y agarró al chico por el cuello

- Tengo una historia que contar y tú la vas a escribir - Dijo el bárbaro mientras apretaba más fuerte el cuello de Hugo

Tembloroso y temiendo por su vida, el muchacho accedió a escuchar al extraño.
Durante semanas, más de las que pudo contar Hugo, no pudo salir al exterior. Se alimentaba a base de comida que pedía y día tras día se dedicaba a escribir las historias que le contaba aquel hombre que se paseaba por el cuarto como si fuera el dueño de la casa. Sin embargo sonreía, pues las historias que le contaba eran fantásticas, maravillosas y tan atrayentes que nunca se cansaba de escribirlas ni aunque tuviera que estar varias noches en vela. Relataba todo con tantos detalles que parecía que aquello estuviera sucediendo en ese mismo instante, como si él fuera de nuevo el protagonista de cada historia. Al cabo de varios meses el coloso se detuvo.

- Haz que el mundo se entere de mis historias - Dijo

De un día para otro, el bárbaro desapareció y Hugo, tras publicar los relatos del bárbaro consiguió lo que siempre había deseado, ser un escritor reconocido. Consiguió dinero, fama y todo aquello que en su juventud soñó.
Pero quería más, no quería quedarse ahí y cada noche llamaba a gritos a ese coloso que tanta felicidad le había traído.

- !Vuelve, necesito saber más de tus historias, necesito escribir más, porfavor vuelve¡

Y volvió, pero todo era diferente, esta vez sí le permitía salir de su casa, pero nunca se apartaba de él y cuando el bárbaro decidía que era momento de contar una de sus historias, estuviera donde estuviera, amenazaba al muchacho si este se negaba a escribir.
"¿Como era posible que nadie viese al gigante de dos metros que lo acompañaba a todas partes, como era posible que nadie se diese cuenta de los moratones que le habían causado los golpes de este o de los cortes que le hacía con la espada cuando trataba de amenazarlo?" Se preguntaba Hugo.
Se encerró de nuevo en su casa, el bárbaro no lo dejaba hablar con nadie, no le dejaba poder estar tranquilo en ningún sitio, sus historias no tenían fin y si se intentaba negar a escribir solo encontraba el dolor como respuesta. Hugo se había convertido en una máquina de escribir humana.
Los años pasaron, y con el segundo libro vino el tercero y con éste otros veinte. Su fama y fortuna no paraban de crecer pero junto a ellos crecía su desesperación.
Con el tiempo cada vez comía menos, cada vez dormía menos, cada vez vivía menos. Las exigencias de aquel hombre nunca terminaban, al igual que sus historias.
Con cada libro, con cada nuevo éxito, el bárbaro se volvía más agresivo y sus castigos más crueles. Lo que empezó como golpes a sus negativas, siguió con dedos rotos o con  dedos cortados si Hugo se dormía mientras el extraño le contaba alguna historia.
El muchacho no podía más, la fama le estaba costando la vida y la cordura. Se estaba consumiendo, se hizo adicto a las pastillas para permanecer despierto por miedo a nuevas mutilaciones. Mirase a donde mirase allí estaba ese extraño hombre, que nadie podía ver, jugando con su arma y mirándolo atentamente mientras hablaba y hablaba sin parar.
Hasta que un día, Hugo, entre sollozos, se levantó de su silla como pudo y  dijo:

- BASTA, no pienso escribir ni una palabra más -

El gigante, sin pensárselo dos veces lo cogió de un brazo y sosteniéndolo contra la mesa le cortó la mano izquierda de un tajo con la espada. Hugo cayó al suelo gritando de dolor.

- ¿No era esto lo que querías? ¿ No querías que te contase más historias? Pues aún tengo muchas más que contar - Dijo el bárbaro

El joven se arrodilló apretándose el brazo y le grito:

- !Jamás, jamás volveré a escribir una historia tuya, márchate y no vuelvas¡

El gigante, sonrió y posó el filo de su espada sobre el cuello de Hugo.

- Si me voy, tú te vendrás conmigo. Si me quedo, tu fama será eterna

- !VETEEEEEEEEE¡ - Gritó Hugo

Semanas más tarde y debido a la completa desaparición de éste, la policía irrumpió en la casa del escritor. Encontraron su cuerpo descompuesto, enroscado dentro de un gran charco de sangre seca, su mano izquierda y su cuello cortados, su cuerpo lleno de cortes y en su mano derecha, una espada de grandes dimensiones.





domingo, 25 de enero de 2015

Para ti, para ella, para nadie más.

Los días se habían vuelto fríos
y junto a ellos también mi mente y mi alma.
Mis demonios dominaban mis acciones
nubes, oscuridad, pesar
el mal nublaba mis intenciones.

Apareciste.
Poco a poco pero apareciste.
Viniste para alejar a las nubes de mi mente
para alejar el hielo de mi corazón
para hacer tuyos a los demonios de mis ojos.

Princesa de ébano
no de piel, pero si de pelo, de ojos.
Reina de corazones
rotos en pasado, me contaste
ardientes en presente, comprobé
deseosos en un futuro, soñé.

Salida de un sueño
sueño que solo los visionarios pudieron ver
no un sueño real, sino virtual
inconcebible en épocas pasadas
necesario para épocas futuras
existente tan solo en este nuestro presente.

Al principio mi mente era vacía
mis ojos, de todos
pero conseguiste que mi mente
de ti se llenase
y mi mirada, cualquiera que fuera
fuese solo tuya.

Tu cuerpo me sedujo, no puedo mentir
tu voz me cautivó
llenando el silencio de mi vida
y tus palabras...
Tus palabras fueron mi único sustento
durante meses y meses
permitiendo que la luz
volviese a entrar por mis ventanas
iluminando mi vida de nuevo.

Viniste a traerme un mundo
que no supe del todo ver,
viniste a traerme unas emociones
que no supe del todo apreciar
y por eso te gané unas cuantas veces
pero te perdí demasiadas más.

Demasiado oscuro para tu luz fui
recibiendo primaveras
devolviendo inviernos
y aunque logré pagar algún verano
nunca fue suficiente para el frío
que al agarrar tu mano
inconscientemente te transmití.

Perdóname por ser lo opuesto a lo que imaginaste
por ser el martillo que rompiera tus ilusiones
y el pañuelo que nunca supo limpiar tus lágrimas.
He sido demasiado frío para tu mano
demasiado ciego para tu corazón
demasiado pasivo para tu emoción.

Te quise, quiero y querré
y aunque bien sabe dios que lo intenté
de mi mente jamás te alejé
y mentiría cual bellaco
si ahora o en el momento de mi muerte
dijera que llegar a hacerlo pude y conseguí.

Estas son quizás las últimas palabras
que de mi querrás leer.
Igual querrás olvidarme y dejarme donde estoy ahora
fuera de tu vida.
Pero siendo esto cierto o no
quiero que sepas que todo esto

Es solo por ti, para ti y para nadie más.








Horizonte

Llegas a casa
tan sola, vacía
hola de nuevo oscuridad
no hay respuesta
nunca la hay.

Duermes, comes, vives
sobrevives.

Amistades que vienen y van
almas que nunca están lo suficiente
fallos que se repiten, que duelen
culpas, gritos, preguntas
amores que se escapan
juventud que se desvanece.

Estar en todos lados
no estar en ninguno en realidad
hablas, miras, piensas, callas
intentas estar ahí
intentas verlos
pero están, sin estar
son ellos
pero no eres tú.

Sueños que se esfuman
futuros en negro
pensamientos en niebla
emociones color hielo
sentimientos que queman por su frialdad.

Tus brazos se acortan
tus piernas se endurecen
gritas, chillas, corres
se alejan, se alejan
imposibles de alcanzar
siempre alejándose
ellos el horizonte
tú el que mira
ellos el horizonte
tú el que mira.

Caras falsas
dientes afilados
lobos en realidad
con sonrisas de oveja
con voces de oveja
con almas de asesinos.
su premio, tu confianza
ingenua, bendita, buena
tu premio, la soledad.
tu premio, mirar el horizonte.

Vuelves a tu mundo
llegas a casa
tan sola, vacía
solo tu mente te da la bienvenida
vuelves a tu realidad
suspiras
un día menos, un día más
veremos que nos trae el mañana.

Te acuestas, duermes y sueñas
sueñas que ya no miras al horizonte
sueñas que caminas hacia él.

Suena el despertador
sonríes
ese momento llegará
algún día, algún día..




jueves, 11 de diciembre de 2014

El gato negro

Erase una vez un hombre con una obsesión que lo estaba llevando hasta el borde de la locura. Se encontraba inmerso en una tremenda depresión y veía como pasaban los días con cada vez más miedo en su alma.
Le habían diagnosticado una enfermedad incurable, una enfermedad terminal, pero no habían podido precisarle cuanto tiempo de vida le quedaba.
Él, que se jactaba de ser un hombre que no conocía el miedo, se había transformado en una masa temblorosa que con verdadero pánico aguardaba día tras día encerrado en su casa la llegada del final.
La muerte le asustaba, pero el no saber cuando llegaría ésta, lo aterraba completamente.
Otros quizás hubiesen aprovechado este conocimiento para embarcarse en aventuras, para hacer todo aquello que no se habían atrevido a hacer.. Pero él no podía, él no podía escapar de aquello que poco a poco había dominado su vida hasta transformarse en una obsesión como no hubo ninguna en el mundo.
Y entonces, una noche mientras dormía tuvo un extraño sueño.
Se encontraba en el jardín exterior de una casa, sentado en un sillón de mimbre. Todo le era extrañamente familiar y a la vez tremendamente desconocido. Frente a él, otra persona se encontraba sentada en otro sillón, con las piernas cruzadas, con un gato negro acostado medio dormido sobre sus muslos, y lo miraba. Bueno, realmente no pudo asegurar que lo estuviera mirando, pues todo en aquella persona era borroso, estaba pero sin estar, existía si, pero a la vez parecía que no lo hiciera.
Y entonces, dejando su copa en una pequeña mesita que tenía al lado le habló:

¿Quieres saberlo?

Su yo de aquel sueño contestó en seguida con un SI rotundo, alegando que saberlo, haría su vida más fácil y podría dejar de estar obsesionado con aquella situación, aunque él realmente no sabía a que se refería aquel extraño personaje con esa pregunta.
La persona frente a él volvió a hablarle mientras acariciaba a su gato:

Como desees, pero todo tiene un precio.

Se despertó, el sol había salido hace ya varias horas. Tenía la impresión de que esa noche había soñado con algo, pero no podía recordar nada aparte de un gato negro que lo miraba fríamente.
Durante todo el día tuvo la sensación de que se le olvidaba algo, como que le faltaba algo o había algo importante de lo que se tenía que acordar.
Como cada día, o eso parecía recordar su mente, salió a correr. Al abrir la puerta de su casa pudo ver que a escasos metros de su felpudo, había un gato negro sentado que al oír como se abría la puerta, levantó la cabeza y lo miró. Ese gato, era extrañamente parecido al de su sueño.
Sin darle mayor importancia, cerró la puerta y se dispuso a comenzar su marcha.

- Hoy, No - Dijo el gato justo cuando él pasó por su lado.

Dió un pequeño salto al escuchar aquello ¿Acaso había hablado el gato? No, seguro que era su cerebro gastándole una broma pesada al confundir el maullido de aquel animal con otra cosa.

Durante toda aquella semana, cada día, cuando salía de casa se topaba con aquel animal, a veces estaba sentado delante de su puerta, otras subido a un muro cercano a su casa.. Pero siempre repetía la misma frase:

- Hoy, No -

El gato hablaba de verdad, él lo sabía, lo había escuchado ya demasiadas veces como para seguir creyendo que era cosa de su imaginación, de un malentendido, de un fallo de su audición o de una broma que le estuviera gastando alguien. El gato era real, el gato hablaba y él no tenía ni idea de por qué decía esa frase o a que se refería.
Durante el mes siguiente, el animal se le siguió apareciendo día tras día, lo miraba y le decía de nuevo las mismas palabras.
Comenzó a obsesionarse poco a poco con aquello.

"Hoy no, que? ¿ Qué es lo que no va a pasar hoy?"

Decidido, comenzó un día a gritarle al gato, a hacerle preguntas.. Todo aquello comenzaba a afectarle demasiado y el no saber de que estaba hablando el animal comenzaba a volverle loco poco a poco.
Pero el gato solo decía:

- Hoy, No -

Trató en vano de atrapar varias veces al gato, le insultaba, le gritaba, le rogaba que le contase más cosas

"¿Qué coño quieres de mi?, ¿Qué es lo que no va a pasar hoy?"

Pero el gato solo decía:

- Hoy, No -

Pasaron los días, semanas, meses y él no podía quitarse de la cabeza aquello que lo obsesionaba, la frase que decía el felino se repetía continuamente en su mente, la cual batallaba tratando de poder llegar a comprender a que se refería, pero no podía y eso lo trastornaba todavía más.
Ya no se atrevía a salir, no quería cruzarse con aquel animal, no quería escuchar esa maldita frase, no quería pasarse más días preguntándose por qué ese gato hablaba y qué quería decir con aquellas palabras.
Pasó varios días encerrado, llorando, maldiciendo, destrozando su casa mientras se  torturaba cada minuto repitiendo una y otra vez aquella maldita frase. No podía quitárselo de la cabeza, no podía pensar en otra cosa, no podía vivir sin conocer la pregunta a la cual respondía aquello.
Y entonces, de repente cuando fue al salón de su casa, el gato se encontraba sentado encima del televisor. Y el felino, mirándolo, le dijo:

- Hoy, SI -

Gritó, desesperado cogió una de las sillas del salón y se la lanzó al televisor. Abrió la puerta de su casa y echó a correr, no podía estar allí, no sabía que hacer, simplemente quería huir, escapar de todo aquello.
Y al cruzar la primera carretera con la que se topó, obsesionado con todo aquello no vio el coche que con gran rapidez se acercaba en su dirección.
Se escuchó el ruido de un frenazo y milésimas más tarde se produjo un inevitable accidente.

Mientras yacía en el suelo, con la vida escapándose rauda por la punta de sus pulgares recordó, recordó aquello que en aquel sueño de haces meses quería saber.
Y supo, que el precio que tuvo que pagar para saberlo, era olvidarlo todo.

Aunque solo fue por instante, después de muchos meses, sonrió.



"Dedicado a un gran escritor del pasado".

lunes, 10 de noviembre de 2014

Corre por tu vida


"Corre, corre pequeña.. "

Nevaba. Catherine temblaba, mientras su sangre, que gota a gota caía de su cuerpo teñía de un tono carmesí la nieve que bajo ella había acumulada.
Huía de un hombre que la había comprado por 20.000 dólares. No sabía quien era, pero su sed de sangre la había estremecido desde que llegase a esa caseta de madera donde la tenían retenida.
No sabía como había llegado allí. Solo recordaba que mientras volvía a casa de aquella discoteca alguien le había preguntado la hora y entonces de repente todo se volvió oscuro.

"Digamos que estabas en el sitio equivocado a la hora equivocada"
"No nos lo tengas en cuenta, nosotros SOLO hacemos nuestro trabajo"
"Puedes sentirte satisfecha, nos has hecho ganar mucho dinero"

Las frases que le habían dedicado sus captores le golpeaban en la mente mientras trataba de buscar un sentido a todo aquello. Era real, el dolor era real. Había sido vendida y estaba siendo cazada. Las caras de sus familiares, sus amigos, su novio.. Todas ellas pasaban por sus ojos mientras trataba de convencerse de que probablemente no volvería a ver ninguna de ellas.
El sonido de un disparo seguido del impacto en el árbol sobre el que estaba apoyada la trajo de vuelta a la realidad de la forma más dolorosa posible. La bala se había comido parte de su oreja derecha.
Tapándose la boca para ahogar el grito, forzó a moverse a su entumecido cuerpo tan rápido como pudo. Corrió, mientras a su alrededor trozos de árboles saltaban en los aires debido a nuevos impactos de bala.
Su alrededor pasaba por sus ojos a cámara lenta mientras esquivaba ramas y saltaba para no caer en las trampas que la naturaleza, en forma de raíces escondidas le ponía a cada paso.
Risas y disparos rompían el silencio del bosque mientras Catherine notaba como su cuello se llenaba de sangre.
Lloraba, quería escapar de aquel lugar, quería despertar de esta pesadilla tan extremadamente real y dolorosa, pero sabía, que sólo habría una forma de que todo aquello acabase.

"Con su muerte".

Seguía corriendo, pero notaba que las fuerzas comenzaban a abandonarla y con ello, la respiración de la muerte se acercaba cada vez más a su nuca. La única opción que le quedaba era morir.. O matar. La desesperación comenzaba a susurrarle cosas extrañas en el oído, pues la idea de enfrentarse a quien la estaba cazando crecía rápidamente en su interior.
Saltó un pequeño desnivel que se encontró y al caer se pegó rápidamente a la fría pared de piedra. La oreja le ardía y parecía que su corazón quería saltar de su pecho y seguir corriendo por su cuenta. Temblaba. No podría continuar corriendo mucho más, lo sabía. Por eso... Por eso tenía que intentar plantarle cara a su perseguidor.

"Que más da morir ahora que dentro de una hora" - Pensó -

Sin tiempo para poder pensar un plan, escuchó las pisadas de su perseguidor, el cual saltó el desnivel sin problemas y cayó enfrente de ella, dándole la espalda, a muy poca distancia.
Catherine no se lo pensó, saltó hacía él mientras gritaba desesperada.
El grito alertó lo suficiente al cazador como para poder girarse y propinar un fuerte golpe con la culata de su escopeta a la bestia que se abalanzaba contra él que la hizo caer al suelo de rodillas.

- Por fin das la cara, conejita - Le dijo mientras sonreía -

Le propinó una fuerte patada en el estómago seguida de otra en la cabeza que la hizo caer al suelo boca arriba mientras el aire se llenaba de pequeñas gotas de sangre que comenzaron a brotar de su boca debido al impacto.
El cazador soltó su arma y se arrodilló junto a ella mientras sacaba un gran cuchillo de caza que llevaba en el cinturón. Se acercó a su oído.

- Perdóname, pero voy a romperte el corazón - Dijo -

Catherine buscaba a tientas algo con sus manos, buscaba algo que pudiera salvarla.. Y lo encontró, pero demasiado tarde.

El cazador hundió lentamente su cuchillo en el corazón de Catherine y ella, con un último grito lleno de rabia, dolor y desesperación, le clavó en la cabeza una rama que su mano derecha acababa de encontrar.
Él, cayó muerto hacia un lado y su cuerpo comenzó a convulsionar lentamente. Ella, mientras toda la nieve a su alrededor comenzaba a volverse de un tono carmesí, sonrió dejando caer su brazo derecho pesadamente.

- Sabes, digamos que estabas en el sitio equivocado a la hora equivocada - Dijo Catherine segundos antes de morir -


Horas más tarde, la nieve, había sepultado ambos cuerpos.

Tiempo, eso que siempre nos faltará

"Y cuando tengamos 40, querremos ser jóvenes de nuevo"

El tiempo es relativo o eso dicen, pero no, el paso del tiempo es siempre el mismo, para todo, para todos. Simplemente nuestra percepción de su presencia cambia en consecuencia de ciertos factores externos que nos nublan lo suficiente la mente como para creer que disponemos de todo el tiempo del mundo o que un minuto pasa en cuestión de dos pestañeos.
El tiempo es relativo, hasta que te das cuenta de que en realidad no lo es. El tiempo siempre avanza más rápido de lo que nuestros ( en teoría ) evolucionados cerebros son capaces de observar.

"¿24 horas al día? Eso nunca es suficiente para nada."

Nada más lejos de la realidad, los días no dan para hacer absolutamente nada ni aun cuando te los planifiques con una perfección digna de un premio nobel y menos aún según vas ganando años y añadiendo labores, deberes y obligaciones.
Te despiertas de madrugada pensando que hoy vas a hacer de todo y te acuestas de madrugada pensando que te han robado las horas del día y que al final ese todo se ha quedado en nada o en bien poco.
 La respuesta a esto, es que cuanto menos vigilamos al tiempo, más rápido y esquivo se vuelve este, más rápido se escapa de nuestras manos, de nuestras vidas, porque sobretodo, como seres humanos, de momento tenemos una fecha de caducidad, de momento tenemos un tiempo límite de existencia que con demasiada frecuencia desaprovechamos pensando que al día siguiente dispondremos de una nueva recarga de éste.
A medida que vas creciendo, tu cerebro gana la capacidad ( la cual en años jóvenes escasea ) de darse cuenta del paso del tiempo. Es más, un día, de repente, te das cuenta de la edad que tienes, te das cuenta de que han pasado 10 o 20 años en un suspiro y ni te has enterado de ello. Tu cerebro, confuso, se acaba de dar cuenta de ello por fin y la única frase que envía a tu boca es "¿Que coño ha pasado aquí?".
Y entonces llegan las prisas, las cada vez más frecuentes miradas al pasado y por supuesto, te das cuenta de que todo a tu alrededor está cambiando y tú, que acabas de despertar, te estás quedando atrás, te estás quedando sin tiempo.
Tu percepción del mundo cambia, tus ideas, tus pensamientos, tu forma de ver al resto de humanos, sus acciones y sus inacciones. De repente un día cambias los "Tengo todo el tiempo del mundo" por los "No hay tiempo que perder".
Aparece entonces la NECESIDAD de hacer algo, motivada en gran parte por la continua ideología social de que DEBES hacer algo con tu vida, de que DEBES ser alguien, de que tu vida DEBE cobrar un sentido y de que el tiempo que se te ha sido dado debe comenzar a ser aprovechado y pagado en igual proporción. Porque admítelo, quizás has desaprovechado años igual que el millonario que derrocha dinero pensando que nunca se le acabará y que por lo tanto puede hasta limpiarse el culo con él.
Y ahí, justo en ese momento, justo en esa hora que te has tirado pensando y que ha pasado en dos pestañeos, te das cuenta de lo verdaderamente importante, te das cuenta de las cosas a las que antes dabas importancia y que en realidad no valen nada o no merecen recibir tanta atención. Te das cuenta por fin de que más te vale no andar perdiendo el tiempo con mierdas. Y entonces, los días se te hacen suspiros, las semanas demasiado cortas, y los años.. Los años pasan volando como si fueran montados en aviones a reacción. Pero al menos, lo sabes.
No pierdas el tiempo fijándote en la gente de tu alrededor, ni en los rápidos cambios de estación, ni en las semanas que desaparecen como si de un fugaz suspiro se tratasen. Piensa en ti mismo, piensa en que vas a hacer a partir de ahora porque sabes que para cuando te des cuenta de nuevo, estarás sentado de nuevo con el cerebro confundido porque han pasado de nuevo 10 años y no te has dado cuenta.
Aprovecha el tiempo que te ha sido dado, porque una vez pasado no va a volver nunca.
Aprovecha tu tiempo porque es sólo tuyo y no es que te sobre como para ir perdiéndolo por ahí o regalándolo. Aprovecha cada día como si no hubieran más en la medida de lo posible, porque recuerda..

"Cuando tengamos 40, querremos ser jóvenes de nuevo"

Y esto, lo escribe una de esas personas que ha vivido como si su tiempo fuera infinito.