sábado, 17 de noviembre de 2012

El hambre de la muerte


Te levantas cada mañana, la misma rutina, el mismo despertador que suena a la misma hora, el mismo trabajo, el mismo stress, los mismos atascos, los mismos quebraderos de cabeza, la misma mierda semana tras semana, para ganar un miserable sueldo que te permita seguir sobreviviendo, porque al final todo esto es mejor que vivir debajo de un puente, porque al final quieres vivir, no quieres simplemente desaparecer, porque sientes que todavía te quedan cosas por hacer y que quizás, puedas cambiar algún dia el mundo, o al menos, el mundo de alguien.

Suena el despertador, desayuno. Decides hacer algo diferente para variar, vas andando al trabajo. De pronto alguien aparece de entre las sombras, saliendo de un callejón. Te muerde, tan fuerte que preferirías morir. Con un esfuerzo sobrehumano consigues apartarlo de ti y corres, sin mirar atrás, desangrándote, causando un gran revuelo a tu alrededor.

¿ Que coño le pasaba a ese loco? Piensas. Drogas, seguro.

Te tranqulizas, llamas a tu trabajo para contar lo sucedido. Por suerte consigues que te den el dia libre. Pides un taxi y le pides que te lleve al centro médico más cercano. Te curan ¿Te curan? No lo sabes bien a ciencia cierta, todavía te sientes raro, mareado. Compras unos cuantos analgésicos de camino a casa. Llegas sudoroso, cansado, mareado. Con esfuerzo saludas a tu familia, te tragas las píldoras y te acuestas.

“Mañana será un dia mejor” Te dices. Insensato.

Mientras duermes tienes terribles pesadillas. Te despiertas en medio de la noche, tu brazo, la mordedura, te duele a rabiar. El área circundante comienza a tener un color oscuro. Te asustas. Ese loco tendría la rabia, o a saber que mierda de enfermedad.

Piensas en levantarte y dirigirte a urgencias, pero al mirar a la puerta de tu cuarto, esta se aleja cada vez mas. Comienzas a ver borroso. Te levantas, empapado de sudor, te llevas la mano a la frente, estás ardiendo. Te mareas y te caes, como un tronco, al suelo. A duras penas puedes mantener los ojos abiertos mientras, debido al golpe, tu familia irrumpe en el cuarto.

¿Es esto la muerte? ¿ En serio estoy muriendo, solo por esa condenada mordedura?  Que alguien haga algo.. que alguien me salve.. Piensas mientras cierras los ojos lentamente.

MUERES. ¿ MUERES ?

De repente abres los ojos, no sientes dolor alguno, no sientes sentimiento alguno, no sientes NADA. Estás tumbado en el suelo, crees reconocer a quien te está mirando en estos momentos.

HAMBRE.

Comienzas a sentir un hambre atroz, tremendo, como jamás lo sentiste antes.

HAMBRE,HAMBRE,HAMBRE,HAMBRE,HAMBRE,HAMBRE,HAMBRE…

No quieres hacerlo, no quieres hacer lo que tu instinto te pide, intentas controlarte..

HAMBRE,HAMBRE,HAMBRE,HAMBRE,HAMBRE,HAMBRE…

No puedes controlarlo más. Movido por un instinto completamente animal te abalanzas contra esa persona que te mira, le muerdes y le arrancas la piel con tus dientes, le arrancas la garganta, le arrancas los labios. Pero el hambre no desaparece.

GRITOS. Alguien sale corriendo de la habitación.

Por instinto sales detrás suyo, se mueve, es una PRESA. Seguro que podré saciar mi HAMBRE, piensas.
La miras, la acorralas. Te intenta herir con un cuchillo, no para de clavártelo, por todos lados. Curioso, no duele, no importa. Solo tu inmenso apetito es importante.
Atacas a tu presa. Sus gritos duran poco, su vida se esfuma entre tus dientes. Te alimentas de ella, su piel y entrañas sacian algo tu locura, o eso crees tú.

Se acaba la comida, necesitas más.
Escuchas gritos fuera de tu casa. Eso quiere decir que existen nuevas PRESAS ahí fuera. Caminas hacia la puerta, no recuerdas como se abría, no puedes pensarlo, el HAMBRE no te deja pensar. Te golpeas contra la puerta, intentas tumbarla.
Finalmente te quedas quieto, alguien abrirá esa puerta, piensas, alguna PRESA abrirá esa puerta.
El mundo ya no te importa, tu trabajo ya no te importa, el despertador, el loco que te mordió, casarte, familia, vida.. Ya nada de eso importa.

Ahora y para siempre…. solo importa, el HAMBRE.

Devian


Nadie muere para siempre, solo mueren para despertar a su nueva y eterna vida de belleza y mirada perdida

Devian siempre había sido un niño normal y corriente. Nacido dentro de una familia de nobles ingleses, no fue de extrañar que sus modales y maneras siempre fueran exquisitos. Su padre, un famoso cazador, había recorrido el ancho mundo en busca de las mejores presas con las que poder saciar su inmenso ego. Muchas veces, su hijo le acompañaba en sus viajes, aunque por regla general, el trasiego de la caza siempre estresaba demasiado a Devian. Disparar a animales estaba bien, pero era aburrido. Seres  que caían al suelo y se desangraban lentamente entre espasmos. Demasiado  simple, demasiado banal.

Lo único que llamaba su atención, eran los trofeos. Siempre se había maravillado de como esos animales, que había visto morir con sus propios ojos, cobraban vida de nuevo, para acabar expuestos en la sala de caza de su padre clavando la mirada en el vacío por toda la eternidad. Parecen tan vivos.. Se decía, parecen más vivos en la muerte que cuando lo estaban realmente.

La madre de Devian, una pomposa y típica noble, normalmente se reunía con bastante asiduidad con su grupo de lectura, formado por unas mujeres orgullosas, despreciables y extremadamente amantes de la buena vida, que no dudaban en reírse y faltar al respeto de sus congéneres menos agraciadas, mientras tomaban cortos sorbos de té.
Gracias a estas reuniones, aprendió sobre las artes, vida y costumbres de la época, descubrió cientos de autores a los que le apasionaba leer, y sobretodo todo, descubrió una de sus obsesiones, la belleza femenina.
En muchas ocasiones, Devian, se quedaba embobado mirando a alguna de aquellas señoritas, a veces mas jóvenes, a veces mas maduras, pero igualmente bellas. Muchas veces fue reprendido por su madre, quien le insistía una y otra vez que mirar directamente tanto a alguien estaba mal visto y era de mal gusto.

“Gracias mamá, gracias por enseñarme la belleza..” dijo Devian mientras asfixiaba lentamente a su madre, portando una sonrisa de oreja a oreja.

El joven muchacho, creció feliz, recibiendo la mejor educación que el dinero podía pagar y siendo entrenado en las nobles artes de la música, la danza y el protocolo. A menudo, sus padres le hablaban del futuro prometedor que le llegaría, de que un día se casaría con una bellísima dama y de que con valor, debía continuar con el legado familiar, impidiendo que su apellido se perdiera en el tiempo. A la edad de 20 años, Devian, se había convertido en un apuesto e inteligente caballero ingles. A menudo, otros nobles acudían a su casa para intentar conseguir que sus padres aceptaran proposiciones de boda para con él.

Gracias papá, gracias por mostrarme el arte de la caza y haberme enseñado la belleza de la muerte y de la resurrección de mirada perdida..” dijo Devian mientras  hundía uno de los puñales de caza de su padre en el pecho de este.

En el año numero 25 desde su nacimiento, el joven inglés quedó huérfano. Según relató a las autoridades, sus padres, salieron de viaje de nuevo, como de costumbre, aunque esta vez no le habían dicho nada, y hasta ahora, no habían dado señales de vida ni sabía nada de ellos. Ahora, él, era el único dueño de la gran casa familiar, el cabeza de familia, y nada podía retenerlo ni atarlo a cumplir todos los sueños y fantasías que se había estado guardando.
Una vez hubo despedido a los agentes, entró de nuevo a su casa y fue directo a una de las salas de esta. Abrió un pequeño armarito y se quedó mirando fijamente a dos grandes tarros de cristal rellenos de formol que se encontraban en su interior.

Papá, mamá, por favor, no me miréis así, tenia que hacerlo, tenia que mentir a esa gente. Nadie puede enterarse de mis sueños, de mis planes, nadie me arrebatará mi futuro, tengo mucho trabajo que hacer, tengo mucho que coleccionar, tengo mucho que salvar de la fealdad de la muerte…”

martes, 13 de noviembre de 2012

Coqueteos de laboratorio

Como cada martes, Jack, era el último en abandonar el laboratorio situado en el sótano del hospital. Este día de la semana era normalmente el de más trabajo, y además, coincidía con su turno de limpieza, algo que odiaba y que normalmente le ponía de bastante mal humor, pero que al fin y al cabo, si quería seguir trabajando allí, no tenía más remedio que hacer.
Este martes no estaba siendo diferente a los demás. Terminó de trabajar con sus ultimas muestras del día y con rapidez se dispuso a dejar todo ordenado y listo para el día siguiente.
Justo cuando estaba guardando los últimos tubos de ensayo y se disponía a quitarse la bata, una voz conocida reclamó su atención mientras se abría la puerta del laboratorio.
- Jack, ¿Te han vuelto a dejar solito de nuevo?
- Como cada martes Lucy, sabes de sobra que siempre me toca a mi arreglar todo este lío - contestó.
Lucy era una enfermera novata, llegada hacía pocos meses al hospital y con la que Jack había congeniado a la perfección desde el primer día que ella entró con unas muestras al laboratorio y sus miradas se entrecruzaron. Tenía una larga melena oscura que normalmente llevaba peinada con una trenza, unos ojos verdes, llenos de vida y una mirada que en ocasiones parecía demasiado juguetona. Su uniforme de trabajo, insinuaba unas curvas que habían conseguido cautivar la mirada del joven técnico en más de una ocasión.
Tras cerrar la puerta, la joven enfermera se le acercó con aires insinuantes.
- Estoy segura de que tienes que estar muy aburrido, y de que ese cuerpo tuyo, tiene que estar totalmente hecho polvo después de todo el trabajo de hoy - Dijo ella, aproximándose a él mientras jugueteaba con varios trastos del laboratorio.
- Y que lo digas, hoy ha sido un día de locos, tengo la espalda completamente molida - contestó, mientras hacía muecas de dolor al apretarse su zona lumbar.
- Vaya, creo que se como solucionar eso, ven, siéntate aquí y déjame darte un pequeño masaje. Estoy segura de que conseguiré relajarte un poco - Dijo ella.
Sonrió, y sin ofrecer resistencia se sentó en el taburete mas cercano a ella. Relajó sus hombros y cerrando los ojos, suspiró esperando que Lucy supiera lo que se hacía.
La joven enfermera comenzó a masajear levemente sus hombros, a recorrer gran parte de su espalda con sus manos, intentando no causarle ningún daño. Sin darse cuenta, se ruborizó, y miles de perversos sentimientos comenzaron a recorrer su mente y acelerar su corazón.
Y si.... Se preguntó.
Lucy, acercó la parte superior de su cuerpo a su compañero, aplastando sus pechos en su espalda, y dejando su boca a escasos centímetros de su oído derecho.
- Sabes, te he estado observando, he visto como me miras, he visto como te relamías los labios al verme pasar - le susurró.
Jack se empezaba a poner nervioso, prefirió no contestar y concentrarse en esconder el efecto que estaba teniendo en él el constante roce de los senos de la enfermera en su espalda. Lucy se acercó todavía mas a su cuello.
- Se que en el fondo deseabas que este momento llegase, se que me desvestías con tu mirada y me devorabas con tu mente cada vez que nos cruzábamos por el hospital - Siguió susurrándole ella.
Lamió ligeramente su cuello con la punta de su lengua.
- ¿Y si te digo que yo si lo hacía contigo cada vez que te veía ? ¿ Y si te digo que quiero que me hagas tuya aquí y ahora ? - Sonrió.
Jack se levantó sobresaltando del taburete y se giró hacia ella mientras pensaba en mil formas de responder a sus coqueteos. Pensó en lo que podría acabar pasando de dejarse llevar, se tranquilizó.
- Mira, nose en que demonios estas pensando, pero sabes que este hospital tiene unas reglas y.. -
Con una mirada cada vez mas traviesa, la enfermera apartó de su camino el taburete y se aproximó hasta quedar cara a cara, casi pegada a su victima. Comenzó a jugar con la camisa de él, bajando sus dedos por su torso hasta quedar al nivel de su cintura. Lo agarró del cinturón y lo empujó contra ella.
- Sabes perfectamente en que estoy pensando Jack -
Le besó, un largo y húmedo beso, jugando con su lengua y acabando en un fugaz mordisco de su labio inferior. Mientras sus caras se separaban, la temperatura de ambos comenzaba a aumentar sin control.
Aprovechando la indecisión de él, le cogió sus manos y las puso en sus pechos, mientras que ella se dedicaba a examinar la zona de su entrepierna con su muslo derecho.
- Vaya, creo que lo que pienso, te gusta, y bastante, ¿no? Jack - Le dijo, soltando un ligero gemido al notar como el técnico le empezaba a apretar los pechos.
Las cosas comenzaban a ponerse realmente calientes, ya no importaban ni el tiempo ni el lugar, ya no existían esas estúpidas normas que tenía el hospital. Jack ya había tomado una decisión.
Pero entonces, ella se apartó de él de pronto.
- Te mentí. Esta noche no, cariño. La verdad es que solo quería comprobar que sentías por mí realmente, y tranquilo, has superado la prueba - Exclamó Lucy.
Le besó en la mejilla y se dirigió a la salida del laboratorio mientras se despedía de él con la mano.
- Todo llegará Jack, todo llegará. Ten paciencia.-
Salió.
El joven no daba crédito a todo aquello, todavía inmóvil  tuvo que sentarse de nuevo para poder recobrar la cordura y juntar los trozos de lo que acababa de ocurrir.
Comenzó a reírse, primero en silencio, para acabar a carcajada limpia.
- Maldita Lucy, esta te la guardo -