jueves, 11 de diciembre de 2014

El gato negro

Erase una vez un hombre con una obsesión que lo estaba llevando hasta el borde de la locura. Se encontraba inmerso en una tremenda depresión y veía como pasaban los días con cada vez más miedo en su alma.
Le habían diagnosticado una enfermedad incurable, una enfermedad terminal, pero no habían podido precisarle cuanto tiempo de vida le quedaba.
Él, que se jactaba de ser un hombre que no conocía el miedo, se había transformado en una masa temblorosa que con verdadero pánico aguardaba día tras día encerrado en su casa la llegada del final.
La muerte le asustaba, pero el no saber cuando llegaría ésta, lo aterraba completamente.
Otros quizás hubiesen aprovechado este conocimiento para embarcarse en aventuras, para hacer todo aquello que no se habían atrevido a hacer.. Pero él no podía, él no podía escapar de aquello que poco a poco había dominado su vida hasta transformarse en una obsesión como no hubo ninguna en el mundo.
Y entonces, una noche mientras dormía tuvo un extraño sueño.
Se encontraba en el jardín exterior de una casa, sentado en un sillón de mimbre. Todo le era extrañamente familiar y a la vez tremendamente desconocido. Frente a él, otra persona se encontraba sentada en otro sillón, con las piernas cruzadas, con un gato negro acostado medio dormido sobre sus muslos, y lo miraba. Bueno, realmente no pudo asegurar que lo estuviera mirando, pues todo en aquella persona era borroso, estaba pero sin estar, existía si, pero a la vez parecía que no lo hiciera.
Y entonces, dejando su copa en una pequeña mesita que tenía al lado le habló:

¿Quieres saberlo?

Su yo de aquel sueño contestó en seguida con un SI rotundo, alegando que saberlo, haría su vida más fácil y podría dejar de estar obsesionado con aquella situación, aunque él realmente no sabía a que se refería aquel extraño personaje con esa pregunta.
La persona frente a él volvió a hablarle mientras acariciaba a su gato:

Como desees, pero todo tiene un precio.

Se despertó, el sol había salido hace ya varias horas. Tenía la impresión de que esa noche había soñado con algo, pero no podía recordar nada aparte de un gato negro que lo miraba fríamente.
Durante todo el día tuvo la sensación de que se le olvidaba algo, como que le faltaba algo o había algo importante de lo que se tenía que acordar.
Como cada día, o eso parecía recordar su mente, salió a correr. Al abrir la puerta de su casa pudo ver que a escasos metros de su felpudo, había un gato negro sentado que al oír como se abría la puerta, levantó la cabeza y lo miró. Ese gato, era extrañamente parecido al de su sueño.
Sin darle mayor importancia, cerró la puerta y se dispuso a comenzar su marcha.

- Hoy, No - Dijo el gato justo cuando él pasó por su lado.

Dió un pequeño salto al escuchar aquello ¿Acaso había hablado el gato? No, seguro que era su cerebro gastándole una broma pesada al confundir el maullido de aquel animal con otra cosa.

Durante toda aquella semana, cada día, cuando salía de casa se topaba con aquel animal, a veces estaba sentado delante de su puerta, otras subido a un muro cercano a su casa.. Pero siempre repetía la misma frase:

- Hoy, No -

El gato hablaba de verdad, él lo sabía, lo había escuchado ya demasiadas veces como para seguir creyendo que era cosa de su imaginación, de un malentendido, de un fallo de su audición o de una broma que le estuviera gastando alguien. El gato era real, el gato hablaba y él no tenía ni idea de por qué decía esa frase o a que se refería.
Durante el mes siguiente, el animal se le siguió apareciendo día tras día, lo miraba y le decía de nuevo las mismas palabras.
Comenzó a obsesionarse poco a poco con aquello.

"Hoy no, que? ¿ Qué es lo que no va a pasar hoy?"

Decidido, comenzó un día a gritarle al gato, a hacerle preguntas.. Todo aquello comenzaba a afectarle demasiado y el no saber de que estaba hablando el animal comenzaba a volverle loco poco a poco.
Pero el gato solo decía:

- Hoy, No -

Trató en vano de atrapar varias veces al gato, le insultaba, le gritaba, le rogaba que le contase más cosas

"¿Qué coño quieres de mi?, ¿Qué es lo que no va a pasar hoy?"

Pero el gato solo decía:

- Hoy, No -

Pasaron los días, semanas, meses y él no podía quitarse de la cabeza aquello que lo obsesionaba, la frase que decía el felino se repetía continuamente en su mente, la cual batallaba tratando de poder llegar a comprender a que se refería, pero no podía y eso lo trastornaba todavía más.
Ya no se atrevía a salir, no quería cruzarse con aquel animal, no quería escuchar esa maldita frase, no quería pasarse más días preguntándose por qué ese gato hablaba y qué quería decir con aquellas palabras.
Pasó varios días encerrado, llorando, maldiciendo, destrozando su casa mientras se  torturaba cada minuto repitiendo una y otra vez aquella maldita frase. No podía quitárselo de la cabeza, no podía pensar en otra cosa, no podía vivir sin conocer la pregunta a la cual respondía aquello.
Y entonces, de repente cuando fue al salón de su casa, el gato se encontraba sentado encima del televisor. Y el felino, mirándolo, le dijo:

- Hoy, SI -

Gritó, desesperado cogió una de las sillas del salón y se la lanzó al televisor. Abrió la puerta de su casa y echó a correr, no podía estar allí, no sabía que hacer, simplemente quería huir, escapar de todo aquello.
Y al cruzar la primera carretera con la que se topó, obsesionado con todo aquello no vio el coche que con gran rapidez se acercaba en su dirección.
Se escuchó el ruido de un frenazo y milésimas más tarde se produjo un inevitable accidente.

Mientras yacía en el suelo, con la vida escapándose rauda por la punta de sus pulgares recordó, recordó aquello que en aquel sueño de haces meses quería saber.
Y supo, que el precio que tuvo que pagar para saberlo, era olvidarlo todo.

Aunque solo fue por instante, después de muchos meses, sonrió.



"Dedicado a un gran escritor del pasado".